martes, 17 de noviembre de 2009

Tú me quieres blanca (Alfonsina Storni)

Alfonsina Storni fue feminista en el más noble sentido de la palabra: buscó la imprescindible igualdad entre hombre y mujer. Tuvo agallas para censurar el doble estándar por el que se exigía la virginidad femenina y no la masculina.




TU ME QUIERES BLANCA

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.

jueves, 29 de octubre de 2009

Fragmento de "El Principito"






Fragmento de El Principito

Fragmento de El Principito

Autor: Antoine De Saint-Exupéry

Entonces apareció el zorro.

-Buenos días -dijo el zorro.

-Buenos días -respondió cortésmente el principito, que se dio vuelta, pero no vio nada.

-Estoy acá -dijo la voz- bajo el manzano...

-¿Quién eres? -dijo el principito-. Eres muy lindo...

-Soy un zorro -dijo el zorro.

-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-. ¡Estoy tan triste!...

-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-. No estoy domesticado.

-¡Ah! Perdón -dijo el principito. Pero, después de reflexionar, agregó:

-¿Qué significa «domesticar»?

-No eres de aquí -dijo el zorro-. ¿Qué buscas?

-Busco a los hombres -dijo el principito-. ¿Qué significa «domesticar»?

-Los hombres -dijo el zorro- tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas?

No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»?

-Es una cosa demasiado olvidada -dijo el zorro-. Significa «crear lazos».

-¿Crear lazos?

-Sí -dijo el zorro-. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...

-Empiezo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... Creo que me ha domesticado...

-Es posible -dijo el zorro-. ¡En la Tierra se ve toda clase de cosas...!

-¡Oh! No es en la Tierra -dijo el principito. El zorro pareció muy intrigado:

-¿En otro planeta?

-Sí.

-¿Hay cazadores en ese planeta?

-No.

-¡Es interesante eso! ¿Y gallinas?

-No.

-No hay nada perfecto -suspiró el zorro. Pero el zorro volvió a su idea:

-Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...

El zorro calló y miró largo tiempo al principito:

-¡Por favor... domestícame! -dijo.

-Bien lo quisiera -respondió el principito-, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

-Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!

-¿Qué hay que hacer? -dijo el principito.

-Hay que ser muy paciente -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...

Al día siguiente volvió el principito. -Hubiese sido mejor venir a la misma hora -dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.

-¿Qué es un rito? -dijo el principito.

-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días: una hora, de las otras horas. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas del pueblo. El jueves es, pues, un día maravilloso. Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.

Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:

-¡Ah!... -dijo el zorro-. Voy a llorar.

-Tuya es la culpa -dijo el principito-. No deseaba hacerte mal pero quisiste que te domesticara...

-Sí-dijo el zorro.

-¡Pero vas a llorar! -dijo el principito.

-Sí-dijo el zorro.

-Entonces, no ganas nada.

-Gano -dijo el zorro-, por el color de trigo. Luego, agregó:

-Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:

-No sois en absoluto parecidas a mi rosa: no sois nada aún -les dijo-. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Y las rosas se sintieron bien molestas.

-Sois bellas, pero estáis vacías -les dijo todavía-. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.

Y volvió hacia el zorro:

-Adiós -dijo.

-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

-Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito, a fin de acordarse.

-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.

-El tiempo que perdí por mi rosa... -dijo el principito, a fin de acordarse.

-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...

-Soy responsable de mi rosa... -repitió el principito, a fin de acordarse.

jueves, 15 de octubre de 2009

No te rindas (Mario Benedetti)




No te rindas, aún estás a tiempo

De alcanzar y comenzar de nuevo,

Aceptar tus sombras,

Enterrar tus miedos,

Liberar el lastre,

Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,

Continuar el viaje,

Perseguir tus sueños,

Destrabar el tiempo,

Correr los escombros,

Y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,

Aunque el frío queme,

Aunque el miedo muerda,

Aunque el sol se esconda,

Y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma

Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo

Porque lo has querido y porque te quiero

Porque existe el vino y el amor, es cierto.

Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,

Quitar los cerrojos,

Abandonar las murallas que te protegieron,

Vivir la vida y aceptar el reto,

Recuperar la risa,

Ensayar un canto,

Bajar la guardia y extender las manos

Desplegar las alas

E intentar de nuevo,

Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,

Aunque el frío queme,

Aunque el miedo muerda,

Aunque el sol se ponga y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma,

Aún hay vida en tus sueños

Porque cada día es un comienzo nuevo,

Porque esta es la hora y el mejor momento.

Porque no estás solo, porque yo te quiero.

MARIO BENEDETTI

martes, 6 de octubre de 2009

Sor Juana Inés de la Cruz



(Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)


Arguye de inconsecuentes el gusto
y la censura de los hombres que en
las mujeres acusan lo que causan


Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?

Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

martes, 29 de septiembre de 2009

Reflexionamos sobre lenguaje y contexto

Cómo una palabra funciona de manera diferente en contextos diferentes. Si no tomamos conciencia del contexto suelen ocurrir situaciones ambiguas y divertidas como estas que exponen Les Luthiers.

sábado, 26 de septiembre de 2009

"Relatos breves "


Quiero compartir un Relato Breve: "La manzana" escrito por quien es esposo de mi hermana oriundo de Altea, Alicante, España, Roqué José Yvars Devesa. Amante del arte de escribir. Relatos cargados de sensibilidad, recuerdos y nostalgia.

La Manzana


Percibo un tenue aroma a manzana en el ambiente. Le presto atención y me asalta el recuerdo de la imagen de un calendario que vi en mi infancia. Era una pintura preciosa y sugerente: desde un fondo con distintas tonalidades muy oscuras iba emergiendo el busto de una bruja. El primer impacto que se recibía acerca de la condición de esa mujer provenía del pañuelo rojo que ataba atrás en la cabeza, tapando o recogiendo el pelo, símbolo de las energías y del estado en que éstas se encuentran. En la mano sostenía una hermosa manzana, también roja. La única luz de esa representación la ofrecían la bruja y su fruto, y sin embargo no existían bruscos contrastes de claroscuros sino que una progresiva expansión de lo uno llevaba a lo otro. ¡Ay!. He ahí una bellísima llave de conocimiento que usa la vía del arte para explicar al corazón sensible el modo en el que el hombre dispuesto a alcanzar el señorío de sí, puede convertir el tránsito por el ser de la propia vida en todo un objetivo trascendente. He ahí un gran propósito cargado de significados, en donde el recorrido, por otro lado, inevitable, hacia la evolución de la conciencia, ha de llevarse a cabo sin que el sufrimiento ni el gozo retengan el propio avance. ¿De qué otro modo podría tener éxito la andadura a través de luces y sombras, desde el estado actual a aquel otro más deseado? Tal era lo que el artista deseaba trasmitir en la elección de esa composición. Pero también alertaba acerca de la singularidad del viaje, pues en él es preciso que uno resulte tan afectado y transformado como para que la totalidad de los elementos que constituyen el ser acaben expresando mejor a la recóndita esencia. Eso, en la pintura se veía en la progresión de los negros y del vacío caótico hacia la luminosidad colorida de la forma. Aunque, también estaba allí contemplada la posibilidad contraria, que por comodidad, negligencia y falta de los objetivos propios de quien ama la aprehensión de significados, la claridad que había conseguido condensarse en la forma, se disolviera en la oscuridad que la envolvía.

Yo tenía cinco años. El calendario se encontraba colgado en desván, que por su aspecto rústico, pareciera, a mi entendimiento, ser el lugar ideal para la bruja. Yo, incluso, había llegado a asumir que era allí el único lugar donde ella podía vivir. Todo aquel entorno tenía misterio. A mi, Tolo, aún niño, pero de mayor edad que yo, y que había percibido mi admiración por aquella pintura, me solía asustar. Disfrutaba añadiendo elementos fantasiosos que yo tomaba por verdades. De tal modo era así, que nunca, en varios años, pude subir sólo al desván, sobre todo, pasando por delante del almanaque. Sin embargo, a cierta distancia, fuera de su alcance, si que la podía contemplar. Es más, me complacía hacerlo. Era toda una aventura no separar la mirada de ella. Resultaba apasionante descubrirla, poco a poco, rasgo a rasgo, trazo a trazo, color a color, sombra a sombra, en su conjunto, en sus secuencias... Y así, fascinado, parecía que se me abrían lentamente las puertas del lejano Elíseo. Por eso, más tarde, a partir de esos momentos, la mujer llegó a ser para mi esa lejana tierra donde son llevados los héroes en cuerpo y alma para convertirlos en inmortales, ese paraíso en el que los sacerdotes, los héroes y los poetas viven en la más absoluta felicidad; claro, a condición de que descubrirla conduzca a descubrirse; que conocerla, a conocerse; que amar signifique vencerse a sí mismo, a las propias flaquezas y negatividades que todos tenemos adheridas en el ser. Así, pues, se forjan los héroes, o de otro modo, no podríamos usar con propiedad el término amor para referirnos al camino que lleva a los Campos Elíseos.

Ante ese recuerdo me maravillo al considerar de qué modo, algo tan simple como ese calendario, pudiera entrañar conceptos tan inmensamente profundos, tan concernientes a lo infinito y a la perdurabilidad del sí mismo, con tanta perspectiva de lo universal, y sin embargo, pasar desapercibido para la mayoría, perdiéndose en el olvido al acabar el año. Ese almanaque debía estar pensado para ofrecer a su poseedor, el persistente recuerdo de que la vida se manifiesta en ciclos que confieren, en su incesante recurrencia, la hipnótica apariencia de infinitud, de sempiterna continuidad, de eternidad. Sin embargo esos son atributos únicos de lo no manifestado. La composición, pues, alzaba la voz contra lo que aparentaba tener entidad y ser. Y lo hacía preciosamente bien al colocar en el mismo nivel de dignidad al mensaje y al motivo elegido. Ahí, en la bruja, se deseaba simbolizar el elemento trasgresor, inconformista; que se distancia en perspectiva de la sociedad; que de acuerdo a su condición vuela sobre ella para observarla desde arriba, porque está libre del peso de las apariencias; que la desobedece porque cuestiona lo aceptado como bueno; que está secretamente persuadida de que si hay algo perdurable jamás se encontrará en el ser gregario, y por ende, no se puede esperar hallarlo en el depósito de conocimiento cultural ni tradicional; que se sabe temida; que ha conseguido ser diferente; que es envidiadamente libre. Ella, entonces, es la que voluntariamente se aísla para replantearse, sin influencias, todo cuanto concierne al camino que tiene en cuenta ambos estados, lo que es y lo que sólo lo parece. La bruja es uno mismo... Es la inquietud que espolea, que empuja a buscar los valores espirituales en las joyas eternas engastadas en el propio ser.

Ahí estaba aquel calendario, delator de lo aparente, a la vez que evocador de la consciencia, amonestador y anunciador de la conjura de los fenómenos cósmicos que contribuyen, en su manifestación repetitiva, a sumir al hombre en el profundo sueño en el que se encuentra inmerso el conjunto de la humanidad, y en el que la mecanicidad sustituye a la consciencia. Y para lograrlo ¿que mejor fenómeno podría usar el universo que el itinerario del sol, el que traza incansablemente su trayecto eclíptico a nuestro alrededor, en su recorrido anual?. Ahí estaba esa pintura, en posición elevada sobre las, tan sólo, doce hojas caducas. Y, allí, colgado de una rústica pared, el calendario revelaba su mensaje cada día, en cada una de las hojas destinadas a caer. El proceso de envejecimiento y de la progresiva pérdida de la apariencia en favor del crecimiento de lo perdurable, también tenía fuerte presencia en el almanaque. Lo tenía en el recuento diario de las muchas porciones en las que el hombre ha dividido el tiempo, ese mismo que inexorablemente va agotando, a menos que la sucesión de instantes le conduzcan al nacimiento del ser esencial, no a la muerte.

Aquel óleo, reproducido ahora en papel cartón, tenía el poder de traer a la mente evocaciones y mensajes de sabiduría que manaban en la forma pero que emanaban del ser profundo. Si. Y eso acontecía merced a la comprensión de la alegoría que explicaba que la forma era el vehículo al que el artista imbuyó espíritu: su mensaje. Y uno, sin perder de vista el almanaque, atendiendo a sus insinuaciones, era alentado a recorrer el propio ser con mayor consciencia, la que la búsqueda de los significados confiere. Se trata de un recorrido que se puede escoger realizar de adentro a fuera, y así comprender el modo en el que la propia existencia, como una secuencia del ser total, encaja en él. O bien, al contrario, de fuera a adentro, esto es, partiendo del fenoménico mundo sensorial, donde el descuido, la negligencia y la ausencia de interés, va abocando a las tinieblas, representadas aquí por la gradación de los oscuros. Pero, al margen del sentido en el que se diera ese recorrido, allí había más sugerencias. Una de ellas, inquietante para mi, era la unidad que conformaba la luz con sus colores, conjuntamente con los grises, como ideogramas de la oscuridad. Y en ello no había conflicto, porque en la unidad no lo hay. Es en el acto de escoger cuando el orden se trastoca y el desequilibrio aturde. Aturde, si, porque, ¿quién escogerá sabiamente?. Y, francamente que me resulta inquietante, incluso desestabilizadora la contemplación y la recepción del mensaje de unidad que proviene de la bruja. Es, así, porque se convierte en el espejo mágico que garantiza la comprensión, la que refleja y pone en evidencia, tan sólo, eso que no hemos llegado a conseguir y que debe y puede lograrse. Y es preciso que se alcance porque la bruja, la hermosa señora, como la Luna, mujer arquetípica, imperando en el firmamento, cuyo brillo apaga el de todas las estrellas, y su reflejo ilumina la oscuridad abisal de los océanos, si que lo consiguió, dando de ello fe el propio pintor.

A menudo he recordado esa efigie porque he querido aprender de ella, como lo hacía hace mucho, y siempre he encontrado nuevos significados y distintos niveles de profundidad de comprensión, lo que me ha llevado a presentir en el almanaque la cercanía de la realidad bruja. Aquella hembra de facciones redondeadas y graciosas, sensuales y femeninas, sugería algo indescifrable. Tal vez, por eso era bruja. Lo era ya, incluso, en el corazón del pintor que la concibió, y lo siguió siendo cuando fue alumbrada en la tela, con aquella forma, colores, luces, y con el propósito de que resplandeciera un año, todo un ciclo, en medio de la cotidianidad, a la que su esplendor aportó alma. Y con ella la ausencia dejó de serlo. La sugerencia era, por otra parte, un desafío inmisericorde lanzado a la bravura masculina para que se equivocara, para ponerle a prueba en el valor último de ese brío varonil, para que asentara los pies en la tierra: en ella misma. Porque tomar la feminidad como simbólico matraz, capaz de ocasionar en su interior, el desenvolvimiento y la expansión de la conciencia, es bueno, porque responde a la comprensión de que, tanto la luz como la oscuridad, por partir del mismo punto, tienen la misma naturaleza, la que expresan en diferentes formas de manifestación y de función. En ellas, la armonía es la condición para que ambas polaridades juntas puedan producir una magnitud de ser mayor que esa otra de la que goza la humanidad que sueña. Y sueña porque se empeñada en romper esa totalidad armónica en partes, santas y pecadoras; luminosas y oscuras.

Tras la candidez de la faz de la bruja se escondía una traza de seguridad. La ingenuidad que imprimía su sonrisa contrastaba con el carácter misteriosamente afable y poderoso que genialmente supo estampar en ella el artista. Era extraña. Era la puerta que puede sorprender abriéndose a lo desconocido. Un lugar en donde, sin dejar de contemplar, uno se podía detener a interrogarse, esperando respuestas veraces que únicamente pueden brotar de adentro, del estado en el que, como en el retrato, se da la única posibilidad de luz resplandeciente en medio de las anhelantes tinieblas, y que, sin embargo, fueron éstas quienes la concibieron, gestaron y alumbraron.

La visión de la manzana, roja en su madurez, anticipaba al sentido del gusto esa dulzura con su justa medida de acidez, de sabor a tentación y al placer de caer en ella. Asocio aquella manzana con los sentidos, por eso a la bruja la llamé Eva y Adán a los colores de la luz, reservando ésta y su ausencia, a lo inexplicable. La obra era, así mismo, una evocación del pecado, de complacencia en la trasgresión, con el consiguiente cargo de conciencia ante la aparición de sus primeros brotes en la humanidad. Veo en esa pintura la prohibición y la seducción, el deseo y la resignación, la condenación y la llegada de la redención. Pero también la entiendo como la definitiva unidad de los opuestos en los que macho y hembra ni se añoran ni se odian, sino que abrazados, sintiéndose cada uno de ellos la mitad de la unidad, gozan uno del otro, de lo que recíprocamente depositaron fuera de ellos mismos: en su contraparte, en su otra mitad. Y esa es la actitud que le permite a uno encontrarse a sí mismo, desnudo de artificios, del ropaje, tan artificial como egoísta, cuyo paralelo encuentro en el magma que recubre al rubí. Esa es la estrella polar de la navegación que, tomada como orientación y sentido, siguen quienes buscan la promesa de plenitud, y que sólo después de larga y peligrosa travesía, encuentran en sus propias naturalezas, expresadas como interior y exterior, o si se quiere, como luz y oscuridad, bueno y malo, o tal vez, de acuerdo a mi preferencia, como lugar y estado. Ante esa contemplación siento la bajada consciente a los infiernos en los que Plutón se convierte en el águila de Júpiter reinando en las alturas. Vivo esa transformación y ascenso como el que necesariamente ha de sufrir la humanidad entera, como la culminación del propósito divino en la tierra, como el fin de la guerra eterna.

Nada deseo más en estos momentos que volver a ver aquella pintura. Por eso, cierro los ojos y la fijo en mi mente. Voy separando la imagen de cualquier valoración, juicio y asociación de ideas que me sintiera tentado a hacer. Poco a poco y con apenas respaldo de la voluntad, la nada toma forma. Me voy encontrando frente a ella, pero, esta vez, pleno de la determinación que confiere el poder de no atribuirle nada: lo que ella es. Y reunido ese poder, definitivamente, puedo. Ahora tan sólo la miro, la espero y permito que sea ella la que se abra paso hasta la matriz de los vacíos que la extinción de los juicios previos ha puesto de relieve. Ella deposita la simiente de los significados de su absoluta realidad. Y, satisfecho por el trabajo realizado con mucho placer, espero el nacimiento del árbol de la vida en mi ser, árbol, esta vez, real, con raíces hundidas en las profundidades de la Tierra, y no el las de mi imaginación. La visión comienza a oscurecerse para acabar desapareciendo en el vacío de mi mente. Yo permanezco en actitud de espera, hasta que la nada comienza a inquietarme. Pero recuerdo que el temple que se adquiere en la forja de sí mismo, no sólo se consigue absteniéndose de valorar y opinar hasta que la impresión llegue, sino también, en reconocerse como la propia esencia, ya sea en el duro hierro o en la incandescente blandura de su fundición. Así, pues, con la conciencia de ser también yo la misma inquietante nada, sin mucha demora obtengo frutos, pues, del tenebroso y caótico vacío comienzan a emerger puntos luminosos que se van cohesionando en un cuerpo, aún informe, que envuelve, aún no sé qué propósito, qué espíritu. Y mientras pongo atención en lo que sucede, percibo un ligero tirón que me lleva hasta Tolo, el ya maestro de sí mismo y de su oficio de pintor, el que me explicara que el poder brujo se desarrolla merced a la creatividad junto con el dominio de la técnica:

Estamos tomando un café en Altea, frente al Mediterráneo de todas las civilizaciones, de los mitos y de la navegación por las aguas de la vida de Odiseo, cuyo Céfiro, esperamos que sople a nuestro favor, impulsándonos hacia la añorada patria original. Tolo se esfuerza en seguir explicándome algunos asuntos que conciernen al arte, tal como lo entiende la perspectiva bruja. Y algo muy profundo me debe estar transmitiendo porque acabo por disiparme…, hasta perder de nuevo el timón de la conciencia, esta vez, de lo que está sucediendo en la mesa de ese café. No puedo seguir el evento. No dispongo aún de una conciencia tan pura, tan limpia, de la presencia del magma de los sentidos, como para que la luz se filtre entre las requebrajaduras que yo debería ir procurando en él. Por esa razón, porque Tolo me habla desde la esencia, y yo me encuentro lejos de ella, en alguno de los pliegues que la recubren, es por lo que me resulta imposible vivenciar ese acontecer. Esa es la razón que limita mi percepción de la profundidad y de la sutileza. Por ello se suele concebir a la propia entidad real como inexplicable. Porque nos confundimos y nos sentimos ser ese magma, esas impresiones y sensaciones que interpretan los sentidos, en vez de aquello que subyace detrás, más adentro. La bruja, o mejor, el almanaque, como Tolo, no tenía ya ese problema. Es más, se había convertido para mi en el anteriormente mencionado espejo mágico, en una obra de arte sin más forma que la que toma de aquel de la contempla. Y esa forma, muy a menudo era horrible, aunque, eso si, prometedora de belleza y de bendiciones.

Asumiendo que he comenzado la andadura por el camino del trabajo brujo y con la determinación de continuarlo, regreso al sillón de mi despacho, contento porque entiendo que, si encaminarse a lo esencial implica el continuo cobro de los significados, alcanzarlo tiene que ver con asumirlos, expresarlos y perpetuarlos. Tolo, pues, pintor comprometido en ello, y el desconocido artista que pintó aquella bruja que, como ángel, me acompañará allende la muerte, son testimonios de la capacidad de completarse uno a sí mismo. Y si ese mismo se pone en movimiento en esa sagrada tarea, toma un camino diferente al de la mecanicidad y la instintividad seguido por la práctica totalidad de la humanidad: quienes marginan a la bruja.

La Luna está llena. Quizás por eso haya sido hoy, precisamente hoy, el día en el que me ha sido posible sumergirme en las aguas en las que ella se baña, cuyo destello, es la bruja.

martes, 22 de septiembre de 2009

Poesía Precolombina




La extensa y profunda tradición poética que España ha dejado en Hispanoamérica quizá sea uno de los motivos que lleva -a no pocas personas- a pensar que en nuestro continente la práctica de la poesía comienza a desarrollarse con posterioridad a la invasión española tras la llegada de Colón a América. Pero la realidad es distinta, aunque lamentablemente poco conocida, incluso por el público lector habitual.

Comparto con ustedes: Poesía Azteca

Rito de los Cinco Soles

Se refería, se decía
que así hubo ya antes cuatro vidas,
y que ésta era la quinta edad.

Como lo sabían los viejos,
en el año Conejo
se cimentó la tierra y el cielo.
Y así lo sabían,
que cuando se cimentó la tierra y el cielo,
habían existido ya cuatro clases de hombres,
cuatro clases de vidas.
Sabrán igualmente que cada una de ellas
habría existido en un sol (una edad).

Y decían que a los primeros hombres
que dios los hizo, los forjó de ceniza.
Eso lo atribuían a Quetzalcóatl,
cuyo signo es Viento,
él los hizo, él los inventó.
El primer Sol (edad) que fue cimentado,
su signo fue Agua,
se llamó Sol de Agua.
En él sucedió
Que todo se lo llamó agua.
Las gentes se convirtieron en peces.

Se cimentó luego el segundo Sol (edad).
Su signo era Tigre.
Se llamaba Sol de Tigre.
En él sucedió
que se oprimió el cielo,
el sol no seguía su camino.
Al llegar el Sol al mediodía,
luego de hacía de noche
y cuando ya se oscurecía,
los tigres se comían a las gentes.
Y en este Sol vivían los gigantes.
Decían los viejos
que los gigantes así se saludaban:
"no se caiga usted",
porque quien se caía,
se caía para siempre.

Se cimentó luego el tercer Sol.
Su signo era Lluvia.
Se decía Sol de Lluvia (de fuego).
Sucedió que durante él llovió fuego,
los que en él vivían se quemaron.
Y durante él llovió también arena.
Y decían que en él
llovieron las pedrezuelas que vemos,
que hirvió la piedra tezontle
y que entonces se enrojecieron los peñazcos.

Se cimentó luego el cuarto Sol,
se decía Sol de Viento.
Su signo era Viento.
Durante él todo fue llevado por el viento.
Todos se volvieron monos.
Por los montes se esparcieron,
se fueron a vivir los hombres monos.

El quinto Sol:
Movimiento su signo.
Se llama Sol de Movimiento,
porque se mueve, sigue su camino.
Y como andan diciendo los viejos,
en él habrá movimientos de tierra,
habrá hambre
y así pereceremos.
En el año Caña,
se dice que vino a existir
nació el Sol que ahora existe.

Entonces fue cuando iluminó,
cuando amaneció,
el Sol de Movimiento que ahora existe.
Movimiento es su signo.
Es este el quinto Sol que se cimentó,
en él habrá movimientos de tierra,
en él habrá hambres.

Este Sol, su nombre Movimiento,
este es nuestro Sol,
en el que vivimos ahora,
y aquí está su señal,
cómo cayó en el fuego el Sol,
en el fogón divino,
allá en Teotihuacán.
Igualmente fue este Sol
de nuestro príncipe, en Tula,
o sea Quetzalcóatl.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Primavera




Botticelli es uno de los pintores italianos del Renacimiento más geniales (1444-1510). Su pincelada es increíble y sus temas muy interesantes. Sus mujeres, pálidas, rubias, muy intensas.

La Primavera es un cuadro aparentemente sencillo, pero de una gran complejidad. Botticelli lo pintó hacia 1482 para Lorenzo di Pierfrancesco, primo de Lorenzo el Magnífico. El primer Lorenzo estaba muy interesado en el neoplatonismo. Por eso el cuadro tiene varias lecturas; una, mitológica; otra, simbólica.

Venus es la bella mujer del centro, algo apartada del resto de las figuras. La primavera llega por la derecha del cuadro: es Flora. Sobre Venus, Cupido lanza las flechas sobre una trío de Gracias. El jardín de Venus lo guarda Mercurio (a la izquierda) que toca las nubes. Finalmente, al extremo derecho del cuadro, el dios del viento Céfiro persigue a la ninfa Cloris.

Según Marsilio Ficino, tutor de Lorenzo (el dueño del cuadro) y uno de los filósofos humanistas más importantes, Venus representaría la Humanitas, por lo que el cuadro se convertiría en una exhortación al joven para elegir los valores de la cultura y del Humanismo. Se ha incluso sugerido que el joven Mercurio podría ser un retrato de Lorenzo. Otra hipótesis es que presenta el flujo neoplatónico del amor: Cupido dispara a la Gracia llamada "Castidad", que mira a su vez a Mercurio, nexo de unión entre la tierra y el cielo.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Etimología de la palabra AMIGO


La palabra amigo viene del latín "Amicus". Es muy probable que derive del verbo "amare"(amar). Otros dicen que viene de "animi"(alma)y "custos"(custodia), o sea el "guarda alma".

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La historia siempre se repite


La historia siempre se repite...nos resistimos ante los cambios...como cuando se paso de la oralidad a la escritura, del manuscrito a la imprenta y actualmente al maravilloso e inagotable mundo de las computadoras y las tecnologías...


lunes, 14 de septiembre de 2009

Tema: La noche...


La noche encierra misterios y hace fluir emociones...


Quiero compartir con ustedes este Poema Nº20 de Pablo Neruda:


Puedo escribir los versos más tristes esta noche

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»


El viento de la noche gira en el cielo y canta.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.


En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.


Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.


Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío


Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.


Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.


Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.


La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.


Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.


De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.


Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.


Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

Mi alma no se contenta con haberla perdido.


Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,

y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.




domingo, 13 de septiembre de 2009

Bienvenidos a mi Blog

Quiero darles la bienvenida a mi nuevo blog que lo he denominado "Las letras...un universo". Lo he llamado así porque como amante de las letras considero que ellas esconden el universo, nuestro mundo, su historia, sus emociones... Todo es creado a traves del lenguaje que nos atraviesa como seres racionales.
Mi propuesta es compartir con ustedes poesías, propuestas literarias y todo aquello que este relacionado a la creacion de la belleza a traves de la palabra.